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a Jesús viajando a todas partes con Él mientras predicaba la Buena
que ciertos rasgos físicos se repiten dentro de una familia en particular — ojos castaños o pelo rizado— lo mismo sucede con ciertos dones espirituales en la familia de Cristo, la Iglesia. Un don
importante es la unidad.
A través de este don,
las personas de muchas naciones diferentes se reúnen y disfrutan de una unidad similar a la del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Cada Misa es como una reunión familiar grande
y feliz. Los hermanos y hermanas en Cristo se
reúnen con un espíritu de acción de gracias por todo lo que la cabeza de la familia, Dios Padre, ha hecho por ellos. Repiten viejas anécdotas familiares
en la forma de lecturas de la Biblia. Escuchan una charla ofrecida por
el líder de la reunión, el sacerdote. Conocen las necesidades de cada uno y rezan los unos por los otros durante las oraciones de petición. Se desean el bien mutuamente durante el Rito de la paz. Cantan canciones como “Un pan, un Cuerpo” para expresar y profundizar su unidad familiar. Comparten el alimento del Cuerpo de Cristo y la bebida de la
n sus hogares. Sus discípulos p
Alabar y celebrar
   Nueva. Otros lo apoyaban C
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tenían la oportunidad n
de participar en sus
muchas obras, alegrías
y sufrimientos. Pero la
forma más profunda de
compartir con Jesús apareció cuando Él estableció la Eucaristía. Como dijo Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6, 56).
La oportunidad de disfrutar de la unidad con Cristo no se acabó cuando Él ascendió al Cielo. Cada vez que nos reunimos para la Eucaristía, Cristo está nuevamente entre nosotros. La Eucaristía es una manera en la que Cristo ha cumplido su promesa de estar siempre con su pueblo.
Jesús también ha cumplido su promesa enviando al Espíritu Santo a vivir entre y dentro de nosotros. Al igual
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