Jóvenes mayores, Lección #7 “Tu llamado a servir y dar testimonio”

Ungidos con el Espíritu: Confirmación

Jóvenes mayores, Lección #7Tu llamado a servir y dar testimonio”

Queridos padres, tutores y padrinos:

¿Cómo lavas los pies de otras personas? Jesús hizo lo inimaginable cuando se rebajó a lavar los pies de sus discípulos. Tal cosa estaba por debajo de la dignidad de un maestro. Jesús, por otro lado, lo convirtió en un requisito del discipulado: “Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo” (Juan 13, 14–15). También él dijo: “Ustedes saben que los gobernantes de las naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos. Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mateo 20, 25–28).

Esta es la paradoja central de la cristiandad, que al dar nuestra vida al servicio de los demás, aun llegando a sacrificarnos, es como encontramos la propia vida. “En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Juan 12, 24–26).

Ser cristiano es entrar a una vida de servicio por el bien común. Esto significa aceptar las dificultades por el bien de otros. Los santos nos decían esto de manera muy enfática. San Basilio Magno pensaba que no servir a los demás en sus necesidades era comparable con el pecado de robo: “Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que necesita”.

Naturalmente, él simplemente estaba expresando las implicaciones de lo que el mismo Jesús dijo sobre el Juicio final. Jesús dijo: “Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo.  Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver’.  Entonces los justos dirán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos?  ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?  El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí’” (Mateo 24, 34–40).

Estas son lecciones que deseamos impartir a nuestros candidatos para la Confirmación. En un mundo en el que el dinero y las posesiones parecen tener prioridad sobre la vida y dignidad humana, la Iglesia sigue anunciando las palabras proféticas de Jesús. Tenemos una responsabilidad frente a los necesitados, especialmente si tenemos los recursos para ayudarlos. “Al que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y cuanto más se le haya confiado, tanto más se le pedirá cuentas” (Lucas 12, 48).

Jesús nos dice que no debemos almacenar comida y dinero cuando otras personas mueren de hambre. Almacenamos cosas porque así nos sentimos más seguros. Pero nuestra seguridad es a costa de la vida de otros que tiene una gran necesidad. El mensaje de Jesús es difícil de seguir, no importa cómo lo veamos. Él nos dice que nuestra seguridad viene de Dios y no de nuestras posesiones. “Aprendan de los lirios del campo: no hilan ni tejen, pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como uno de ellos. Y si Dios da tan lindo vestido a la hierba del campo, que hoy está y mañana se echará al fuego, ¿qué no hará por ustedes, gente de poca fe? No estén pendientes de lo que comerán o beberán: ¡no se atormenten!  Estas son cosas tras las cuales corren todas las naciones del mundo, pero el Padre de ustedes sabe que ustedes las necesitan. Busquen más bien el Reino, y se les darán también esas cosas. No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino.  Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas. Háganse junto a Dios bolsas que no se rompen de viejas y reservas que no se acaban; allí no llega el ladrón, y no hay polilla que destroce.  Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Lucas 12, 27–34).

En una de las parábolas, Jesús nos enseña que debemos acumular tesoros en el cielo, no en la tierra. Él dijo, “A continuación les propuso este ejemplo: ‘Había un hombre rico, al que sus campos le habían producido mucho. Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas. Y se dijo: Haré lo siguiente: echaré abajo mis graneros y construiré otros más grandes; allí amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas. Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes aquí muchas cosas guardadas para muchos años: descansa, come, bebe, pásalo bien’. Pero Dios le dijo: ‘¡Pobre loco! Esta misma noche te van a reclamar tu alma. ¿Quién se quedará con lo que has preparado?’ Esto vale para toda persona que amontona para sí misma en vez de acumular para Dios” (Lucas 12, 16–21).

El lavatorio de los pies, es decir, el servicio, no se limita a los recursos materiales. Como discípulos, estamos llamados a compartir nuestros dones. Visitar a los ancianos que no pueden salir de casa y se sienten solos, podría ser una buena contribución. Enseñar a los niños en las escuelas, deportes, música y artes es otra manera de hacerlo, especialmente cuando les enseñamos a rechazar el bullying, los prejuicios y la injusticia. Consolar a los que sufren o están enfermos es una más. Una cuarta manera para contribuir podría ser participar en el coro en la iglesia, ser un lector o enseñar educación religiosa. La lista no termina ahí. Todo esto nos ayuda a fortalecer la comunidad y a cumplir nuestras promesas bautismales: rechazar el pecado y el egoísmo y crecer en el tipo de amor que se expresa por medio del servicio.

Este es el objetivo de las horas de servicio que pedimos a los candidatos de Confirmación. Estas horas de servicio no son un requisito que deben cumplir, sino la introducción a una nueva forma de vida. Queremos que piensen en el reto que Jesús plantea y que piensen si deciden aceptarlo. Es una invitación a una vida difícil que requiere valentía y compasión. Además, es una invitación a vivir una vida con significado que produce fruto, no solo aquí, sino también en la eternidad. Los primeros discípulos le tomaron la palabra a Jesús y “compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno” (Hechos 2, 44–45). ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos vivir el mandamiento de Jesús? Esta pregunta es para todos, sobre todo para nuestros jóvenes ahora que contemplan el llamado de Jesús: “Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también” (Juan 20, 21). ¿Será algo sencillo? ¡No! Pero la Confirmación es el sacramento por el que la presencia del Espíritu Santo nos da la fortaleza, la fe, la valentía y la perseverancia para seguir a Jesús como siervos llenos de amor.

La Iglesia necesita a sus ministros ordenados (obispos bajo el liderazgo del Papa, sacerdotes y diáconos bajo el liderazgo de su obispo), pero también necesita la contribución (el apostolado) de todos los bautizados. Todos podemos contribuir nuestro tiempo, talentos y dones particulares. El Espíritu actúa mediante cada uno de nosotros, si simplemente nos ponemos al servicio de Dios con humildad, buscando oportunidades para “lavar los pies” de nuestros hermanos necesitados.

Kevin Dowd es un estudiante de doctorado en teología y educación en Boston College, en donde recibió su Maestría en Educación. Tras su graduación de la Universidad de Harvard, Kevin a enseñado en escuelas católicas y públicas tanto en Massachusetts como en Nueva York. Actualmente él es profesor de teología en Ave María College en Paxton, MA y escribe un blog semanal en el que vincula las lecturas dominicales a la vida diaria. Puede encontrar su blog en http://www.bayardinc.com/the-word-is-life/

 

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