Jóvenes mayores, Lección #5 “Tu vida como discípulo”

Ungidos con el Espíritu: Confirmación

Jóvenes mayores, Lección #5 “Tu vida como discípulo”

Queridos padres, tutores y padrinos:

Cuando Dios nos llama a hacer algo, también nos da los medios para lograrlo. Este es el mensaje de la lección que sus hijos aprendieron hoy. El Papa Francisco dice que los cristianos estamos llamados a ser “discípulos misioneros”. Como discípulos, seguimos el camino de Jesús. Como misioneros, llevamos a Jesús y su mensaje del Evangelio al mundo cotidiano. El poder y la fuerza que recibimos para lograrlo, aún en los momentos más difíciles, se llama gracia. San Pablo nos dice que cada uno se convierte en un “templo del Espíritu Santo” (1 Corintios 6, 19), lo que quiere decir que nuestras almas reciben vida de la propia vida de Dios. Dios mora en nosotros y obra por medio de nosotros, pero nunca nos domina. Actuamos con la libertad que Dios nos dio para amar: nosotros decidimos si cooperamos con la gracia o la rechazamos. Cuando cooperamos, Dios toma el bien que hacemos y lo multiplica, así como Jesús multiplicó los panes y los peces (Mateo 14, 13–21), haciendo que algo pequeño se convirtiera en un banquete.

La palabra “confirmación” significa “con fortaleza”. En este sacramento, la Iglesia invoca al Espíritu Santo que fortalezca a nuestros jóvenes en la fe. Pedimos que sean lo suficientemente fuertes para ser “buenos samaritanos” en el mundo que cuiden de la creación y para que no sean personas egoístas. El don del Espíritu Santo no es otra cosa que Dios morando en nosotros, iluminando nuestras conciencias, robusteciendo nuestra fe y fortaleciéndonos para vencer las tentaciones. A final de cuentas, la salvación consiste en participar eternamente en la vida de Dios, una vida perfecta de amor absoluto e inagotable. No podemos participar en la vida de Dios por nuestros propios méritos, sino que Dios es quien nos acoge en el corazón de la Trinidad. En el corazón de Dios no puede existir el pecado, porque el pecado es la ausencia del amor. Es por eso que necesitamos un Redentor. Solamente Cristo es capaz de destruir el pecado y restaurar en nosotros la inocencia y la pureza. Él es nuestro redentor. El Espíritu que él nos da es el Espíritu de amor que existe entre el Padre y el Hijo y es más poderoso que el pecado y que la muerte. Por la fe, aceptamos esta vida en el Espíritu para ser aún más capaces de dar y recibir amor, asemejándonos más a Dios. Esto es lo que son los santos y lo que nosotros somos capaces de ser. San Gregorio de Nisa dijo: “El objetivo de una vida virtuosa es llegar a ser como Dios”.

Una vida virtuosa es una vida construida sobre el sólido cimiento del amor a Dios y el amor al prójimo. Los alumnos estudiaron hoy los diez mandamientos. Aquí los presentamos resumidos (ver Éxodo 20, 2–17 para ver cómo aparecen en las Escrituras):

  1. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
  2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
  3. Santificarás las fiestas.
  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás adulterio.
  7. No robarás.
  8. No levantarás falso testimonio ni mentirás.
  9. No desearás la mujer de tu prójimo.
  10. No codiciarás las cosas ajenas.

 

Note que Dios entregó los mandamientos a su pueblo después de haberlos liberado de la esclavitud.  Dios desea que seamos libres, y los mandamientos son las instrucciones que Dios nos da para que no estemos esclavizados por el pecado, el egoísmo y las presiones sociales. Cuando ponemos primero a Dios en nuestras vidas, descubrimos que Dios no limita nuestra libertad, sino que la hace plena. En Dios, somos realmente libres. De hecho, podemos pensar en el cielo como la libertad perfecta, en donde, usando las palabras Les Misérables (un musical de Broadway), “las cadenas nunca te atarán”.

Junto con los diez mandamientos, los alumnos estudiaron las Bienaventuranzas, que son tomadas del Sermón en el monte, las Bienaventuranzas también se conocen como la Carta Magna del Reino de Dios o la Carta Magna de la cristiandad. Estas representan las cualidades que Jesús espera ver en sus seguidores y las promesas del discipulado. Aquí las presentamos para su reflexión:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mateo 5, 3–12).

Lo que esperamos es que nuestros jóvenes (así como nosotros mismos) crezcan en la virtud. La virtud es el músculo espiritual que se fortalece cuando se utiliza. En otras palabras, la virtud es el hábito de hacer lo correcto, que luego ocasiona que hacer lo correcto sea cada vez más fácil con el paso del tiempo. Lo opuesto es un vicio que es el hábito de hacer lo que está mal, que luego ocasione que hacer lo correcto sea cada vez más difícil. Como somos criaturas de hábitos, las virtudes son esenciales para vivir la vida cristiana. También es una buena idea relacionarnos con otras personas que están comprometido a llevar una vida de virtud. Esto es una parte de lo que es la Iglesia; al vivir en comunión con otros creyentes, fortalecemos nuestra fe y nuestro compromiso con las obras buenas que realizamos por amor.

Sin la Iglesia, el mensaje de Cristo no podría haber sido transmitido durante 2,000 años. ¿Continuará siendo transmitido de generación en generación? En las palabras del propio Jesús: “[C]uando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lucas 18, 8).

Es por eso que preguntamos a nuestros jóvenes: ¿Aceptan el reto de esta vida y la misión que se les encomienda? ¿Están dispuestos a ser miembros activos de la Iglesia a medida que continúa la obra de Jesús? De ser así, reciban al Espíritu Santo en Confirmación para que los fortalezcan en la vida de amor y servicio a Dios y al prójimo.

Kevin Dowd es un estudiante de doctorado en teología y educación en Boston College, en donde recibió su Maestría en Educación. Tras su graduación de la Universidad de Harvard, Kevin a enseñado en escuelas católicas y públicas tanto en Massachusetts como en Nueva York. Actualmente él es profesor de teología en Ave María College en Paxton, MA y escribe un blog semanal en el que vincula las lecturas dominicales a la vida diaria. Puede encontrar su blog en http://www.bayardinc.com/the-word-is-life/

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