Jóvenes, Lección #1 “El llamado del Espíritu”

Queridos padres, tutores y padrinos:

Jesús no está muerto. Esta es la verdad fundamental en la que se basa la fe cristiana. Jesús, quien murió en la cruz por nuestros pecados, fue resucitado de entre los muertos y nos invita a compartir esta nueva vida por medio del poder del Espíritu Santo. Ser miembro de la Iglesia significa, ante todo, estar incorporado al cuerpo de Cristo. En otras palabras, esto quiere decir que aceptamos la invitación amorosa de Cristo cuando nos dice “vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación” (Marcos 16, 15) “…y hagan discípulos a todos los pueblos…” (Mateo 28, 19). Ofrecemos nuestros cuerpos para formar Su cuerpo en el mundo. “Cristo no tiene más cuerpo en la tierra que el nuestro” decía Santa teresa de Ávila, “ni manos sino las nuestras, ni pies sino los nuestros. Nuestros son los ojos con los que la compasión de Cristo ve al mundo, nuestros son los pies con los que camina haciendo el bien y nuestras las manos con las cuales bendice a su pueblo.” Jesús dijo claramente que nuestra misión es continuar su misión: “Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también” (Juan 20:21).

Hacemos las obras de Cristo, no solamente en su nombre, sino como Cristo mismo. Los católicos creemos que Jesús resucitó de entre los muertos y nos dio el Espíritu Santo para unirnos a él. Compartimos la misma vida, como la vid y sus ramas (Juan 15). Para aclarar, todo está relacionado.  Es lo que los Católicos llamamos la Gracia santificante. Estamos vivos con el Espíritu Santo. Estamos vivos como presencia misma de Cristo en este mundo. San Pedro lo describe de esta manera, “ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en su lugar es parte de él” (1 Cor 12:27). Ya que somos uno en Cristo, quien es la Segunda Persona de la Trinidad, nuestro destino es la vida eterna en el corazón de la Trinidad, a lo cual le llamamos el cielo.

 

En la lección de esta semana, sus hijos aprendieron sobre los sacramentos de Iniciación: los sacramentos que convierten a la persona en miembro pleno de la Iglesia, dándoles el poder del Espíritu para ser la presencia de Cristo en el mundo. Estos sacramentos son: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. El Papa Francisco dice, “la Confirmación debe ser entendida en continuidad con el Bautismo, al que está vinculada de manera inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la Eucaristía, constituyen un único evento salvador que se llama la ‘iniciación cristiana’, en el que… nos convertimos en nuevas criaturas y miembros de la Iglesia”.

 

La Confirmación es una invitación, no una obligación. En la Confirmación, el cristiano recibe el don del Espíritu Santo, un don invisible que se manifiesta por medio del signo visible que llamamos sacramento. Cuando el obispo o sacerdote delega unge la cabeza del cristiano con el aceite o crisma, la “imposición de manos” (ver Hechos 8, 14–17) es el antiguo signo de una gracia invisible, o don, que se lleva a cabo. Seguimos experimentando el don del Espíritu Santo del Cristo Resucitado al igual que lo hicieron los primeros discípulos:  “…recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos… hasta los extremos de la tierra” (Hechos 1, 8).

En ocasiones decimos que la Confirmación significa que un joven acepta su fe como adulto, que es un sacramento de madurez. Esto es verdad de manera parcial. Sus hijas e hijos aprendieron que en algunas iglesias católicas del oriente, al igual que el la Iglesia primitiva, hasta los bebés recibían los tres sacramentos de Iniciación en la misma ceremonia. Pero, si no es un sacramento de madurez, ¿qué es entonces? ¡La Confirmación es el sacramento de la misión! Se nos faculta para ser testigos de Cristo en el mundo. La mayoría de nosotros ya habíamos recibido el Bautismo y la Primera Comunión, y fuimos incorporados plenamente en la Iglesia mediante la Confirmación. También fuimos llamados a ser el cuerpo de Cristo en un mundo que necesita desesperadamente su amor, su compasión, su sanación, su perdón y el llamado a la conversión. Por esta razón, la Confirmación no debe considerarse como una graduación.  Los estudiantes aprendieron que, en la Iglesia primitiva, después de la iniciación seguía la mistagogia. “Este término proviene de la palabra griega mystagogia (“interpretación de un misterio”), implica un aprendizaje continuo…durante tu itinerario de fe”. La Confirmación es un comienzo, no un final. Implica una misión de por vida que consiste en permitir que Cristo obre en nosotros y por medio de nosotros para el bien del mundo.

No podemos vivir como discípulos de Cristo separados de la Iglesia que Jesús fundó en Pedro y los apóstoles. Si lo hacemos, podemos respetar a Jesús como una figura histórica, podemos ser buenos filántropos, pero no seríamos realmente cristianos si no recibimos el tercer sacramento de Iniciación, la Eucaristía. Al reunirse con otros miembros de Su Cuerpo, la Iglesia se reúne, en palabras de san Agustín para “recibir lo que eres y para convertirte en lo que recibes”.  En la Misa, recibimos el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía para poder ser el Cuerpo de Cristo en el mundo. Nuestro mundo necesita desesperadamente su presencia. Por el don y el poder del Espíritu Santo, podemos ser más y más como Cristo y permitir que Cristo continúe su obra de redimir el mundo por medio de nosotros.

Tome unos minutos para comentar esta lección con sus hijos.

  • ¿Saben que la Confirmación es una invitación que Cristo les hace para continuar con su obra o sienten que deben hacerlo para cumplir un requisito?
  • Hable con ellos sobre cómo usted trata de ser la presencia de Cristo en el mundo mediante su familia, su trabajo, sus actividades, etc.
  • ¿En qué parte de su vida diaria se necesita la presencia de Cristo? ¿Conocen a algún estudiante que sufre de bullying y que ellos podrían ayudar? ¿Conocen a algún estudiante que es excluido por tener una discapacidad o por que son nuevos y a los que podrían ofrecer su amistad como Cristo lo haría?
  • ¿Cómo le ha ayudado la participación en la Misa a seguir conectado a la Iglesia y cómo lo ha fortalecido y a otros miembros de la familia?
  • ¿Por qué es importante para usted la Iglesia? ¿Por qué es importante para usted que ellos reciban la Confirmación? Comparta con ellos su fe. Escuche lo que ellos saben. ¿Qué significa para ellos?

Kevin Dowd es un estudiante de doctorado en teología y educación en Boston College, en donde recibió su Maestría en Educación. Tras su graduación de la Universidad de Harvard, Kevin a enseñado en escuelas católicas y públicas tanto en Massachusetts como en Nueva York. Actualmente él es profesor de teología en Ave María College en Paxton, MA y escribe un blog semanal en el que vincula las lecturas dominicales a la vida diaria. Puede encontrar su blog en http://www.bayardinc.com/the-word-is-life/

print
Comments are closed.
Newsletter